En unas pocas horas el mundo se detendrá para muchos. El fútbol volverá a paralizar nuestra mente y a reunir nuestros sentidos, será durante 2 horas la anestesia de nuestros problemas, y quizás termine siendo el detonante de los mismos. La épica de las grandes batallas renace en el Clásico, aunque esperemos que se quede en el valor simbólico. El principal protagonista de tal espectáculo no debe ser otro que el fútbol.
El choque entre Madrid y Barça se presenta con un color distinto al de los últimos duelos. Parece que la balanza se ha igualado, por no decir que se han cambiado las tornas y son los blancos los que llegan como favoritos. Llevan 2 meses mostrando una seguridad latente en su juego. Su defensa hace del Santiago Bernabéu una fortaleza inexpugnable, y su ataque, tan demoledor como veloz, convierte a sus rivales en víctimas al instante sin opción de respuesta. Aún así, queda comprobar si su fiereza es tal ante un formidable adversario como el que tendrán esta noche.
Si hay unos jugadores que son capaces no solo de detener, sino de imponerse sobre este vendaval son sin duda los hombres de Guardiola. Sea cual sea el escenario, el Barça impone su estilo, y no en pocas ocasiones consigue llevarlo a la victoria. El fútbol total es bienvenido últimamente en el santuario madridista. El control del balón para dominar el terreno, dominar el terreno para someter al rival, someter al rival para gustar, gustar para vencer, vencer para seguir haciendo historia. Todo ello bajo la excelencia del Rey del fútbol. Leo Messi no dejará que nadie usurpe su trono y no se detendrá ante nada con tal de defenderlo.
Se presenta el primer asalto de la Liga. El único choque que puede determinar su futuro, o bien decidirla, o por el contrario, animarla más que nunca. Y por si faltaba algo, con altos voltajes de calidad e intensidad, solo al alcance de los mejores jugadores. Porque estos partidos no solo deciden títulos, también proclaman héroes, y sentencian villanos.
Aitor Soler
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