Quizá ser el portero del mejor equipo de la historia sea más un marrón que un privilegio. Tus grandes aciertos siempre estarán a la sombra de tus escasos errores. Tu nombre pocas veces será coreado en el estadio, y para colmo, convivir en la selección con otro genio de la portería jugará siempre en tu contra. Por muchas paradas que hagas, los goles nunca dejarán de ser los protagonistas.
Víctor Valdés volvió a ser decisivo esta jornada al salvar al Barça de las cometidas del Celta. Antes de que Adriano adelantara a su equipo, Valdés ya había salvado un mano a mano que bien podría haber cambiado por completo la dinámica del partido. El portero nada pudo hacer (e hizo demasiado) ante el gol de Mario Bermejo que supuso el empate en el marcador. Un gol que quedó en anécdota, ya que el Barça acabó ganando el partido.
La victoria de los de Vilanova ante el Celta dejó varios apuntes que se vieron reflejados al día siguiente en la prensa, el tema estrella fue que Messi no pudo dedicar un gol a su hijo. La polémica del gol en fuera de juego de Jordi Alba, el buen momento de David Villa, la lesión de Adriano o el atrevido planteamiento de Tito fueron otros de los asuntos que ocupaban las crónicas del partido. Poco o nada se habló de Valdés, que no solo frenó al Celta con sus paradas, sino que, tras mucho tiempo sin hacerlo, volvió a mostrar su sangre fría y talento para iniciar el juego de su equipo.
Valdés no solo es víctima de la injusticia que maltrata a todos los porteros, la que les convierte en los villanos del fútbol, y que les condena a vivir a la sombra en los éxitos y a ser vistos como el enemigo del espectáculo. Con 30 años y 5 Zamoras a sus espaldas, tan solo se le ha considerado decisivo en el fracaso. A Valdés le persigue la fama que cerca estuvo de acabar con él en su juventud, cuando un joven Víctor de pelo largo se atrevió a desafiar la maldición de la portería azulgrana. Tras 10 intentos fallidos, llegaba Víctor, cuya osadía y obsesión por no derrumbarse le hizo combinar buenas actuaciones con pecados de juventud.
Han pasado más de 10 años de su debut, una década guardando la portería del Camp Nou que le ha valido para convertirse en el meta que más veces la ha defendido. Y pese a ello, aún le queda un reto por cumplir. Sus pecados de juventud siguen pesando para muchos, las dudas se disparan y le condenan en sus pocos errores. Pese a su excelente carrera, la etiqueta del pasado no le perdona ni un fallo y le hace estar siempre cuestionado, viviendo en el ojo del huracán. Pero tras superar el desafío de proteger la portería del Barça, toda una odisea cuando empezó, Valdés no descansará hasta borrar ese eterno escepticismo que le persigue, para ser recordado como el gran portero que es, y no como las dudas de algunos hacen parecer que sea. Y será entonces cuando la etiqueta del pasado dejará su lugar a la leyenda que merece.
Aitor Soler
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