No se recuerdan proezas de este calibre en el fútbol español, y no me extraña. Será difícil que se recuerde otra. Muy pocas veces un equipo humilde puede presumir de liderato, tal vez en los comienzos ligueros, cuando las piernas no están rodadas y no hay margen para sacar grandes diferencias. Pero rondamos el ecuador de la 1ª vuelta, y el Levante no solo presume de liderato, sino también de ser el equipo de moda en España, y amenaza con sobrepasar nuestras fronteras.
De los méritos que se pueden otorgar al Levante, uno de los menos tenidos en cuenta es el de recordarnos a todos qué es el fútbol. Sobre todo en una época en la que los premios individuales parecen más importantes que los colectivos, y en la que los pequeños quieren gozar del mismo reconocimiento que los grandes. El conjunto granota sabe sus límites y todo su trabajo se basa en el conocimiento de tales. Nada de aspiraciones utópicas. Ya tocará pensar en ellas si así lo premia el esfuerzo. De momento, el premio supera las expectativas con creces.
Pero sin duda, el factor que ha sido clave para reunir la admiración de millones de aficionados es la plantilla con la que cuentan. Jugadores con una experiencia más que contrastada. Personas que transmiten una naturalidad al realizar su trabajo, jugar a fútbol (¡y de que forma!). Que la media de edad ronde la treintena ha sido motivo para que algunos osados utilizaran los calificativos de "viejos" o "acabados". Decían que ya habían jugado sus 50 mejores partidos. Lo que no sabían es que aún no habían jugado sus mejores 50 partidos juntos. Porque por separado los jugadores del Levante no son ni mucho menos los mejores, pero sí como parte del equipo. El grupo hace fuerte a cada uno. Porque esto es fútbol señores. Y porque de esos 50 partidos, queda una eternidad por jugarse, y solo estamos en la jornada 10.
Aitor Soler
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