
España lleva 5 años a un nivel excelso. Pese a que el juego no enamore tanto como en sus inicios, el estilo continúa estando presente, y nada indica que no lo vaya a estar en un futuro. La identidad está a salvo, pero quizá sea hora de dar una nueva capa de pintura, y de ir dejando los pinceles a los futuros artistas. Los buenos maestros siempre aseguran su legado, y con el Mundial a la vuelta de la esquina, la Selección quizá esté tardando demasiado en usarlo.
La derrota en la Confederaciones, pese a ser un título menor, evidenció unos síntomas ya conocidos, y que de momento no se les ha dado la importancia que merecen. Que Xavi fuera el que sacara las castañas del fuego ante Bielorrusia significa que el problema sigue latente. El de Terrasa está en la fase final de su carrera, y como capitán del barco español, su declive se contagia al resto del equipo. Un contagio que ya se ha visto en partidos de clasificación para el Mundial, pero que comenzó a verse en la pasada Eurocopa ante Croacia y Portugal
La importancia de su gol en Mallorca no debe eclipsar su discreta actuación. En la Eurocopa, su tremenda final ya ocultó su gris participación en el torneo. Nadie discute que Xavi sea una institución en la Selección, su papel ha sido clave en los éxitos del combinado español, pero los años pasan y los rivales mejoran. Su marcha del equipo debe ser progresiva. Su calidad (al contrario que su físico) está intacta, y su juego es más que aprovechable para un equipo cuya mejor defensa es tener el balón, faceta en la que sigue siendo un maestro, y como todo buen maestro, debe dejar paso a su legado.
Aitor Soler
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