jueves, 10 de abril de 2014

El Atlético vence a la historia, y el Barça se reencuentra con ella

Tan cerca y a la vez tan lejos. Puede parecer un tópico (de hecho lo es), pero refleja a la perfección la derrota del Barça ante el Atlético en estos cuartos de Champions. El equipo de Martino estuvo a un gol de provocar una prórroga que seguramente hubiera cambiado el signo del partido. Pero pese a ser solo un tanto el que necesitaba, nunca dio la impresión de poder marcarlo. Y eso es lo preocupante.

Solo hubiera faltado un chispazo de sus cracks para que una jugada intrascendente se transformara en medio billete hacia las semifinales, pero sin fuego no puede haber chispa que valga. Sería muy fácil tirar de estadísticas y criticar a Messi por lo poco que ha corrido (solo 1'5 km más que Pinto), tan sencillo como analizar los deméritos del Barça, y no elogiar al Atlético. Y en ambos casos, los principales responsables son los técnicos.

El equipo del Cholo fue la pesadilla de la que el Barça lleva queriendo huir varios años, pero a la que no encuentra escapatoria posible. No pareció en ningún momento que fuera el Atlético el que llevara 40 años sin disputar unas semifinales de Champions. Ni la historia ni la calidad de los jugadores del Barça pudo frenar la voraz competitividad que posee el equipo colchonero. 

Virtud de unos, y defecto de otros. Los parches de Martino fueron útiles en otras citas importantes de la temporada, pero los remedios del técnico argentino no han servido para detener completamente la hemorragia. No hay innovación en un estilo que merece tanta fidelidad como nuevas pinceladas que le permitan volver a ser competitivo en Europa. No se trata de cambiar de forma drástica la manera de jugar, pero el Barça de Guardiola nunca jugó igual cada año (ni cada partido). El Barça del Tata sí lo hace.

Los pequeños retoques que Pep iba dando a su equipo permitieron a aquel Barça ser competitivo siempre, partido a partido, al igual que este Atlético. Tan opuesto en estilo y tan semejante en filosofía de trabajo. Ahora, tras caer en Champions por tercer año consecutivo, y aunque ganen los dos títulos por los que aún pelean, el Barça deberá hacer en un verano (si le dejan) lo que no ha hecho en varios años.

Esta vez la Capilla Sixtina del fútbol no necesita una nueva capa de pintura, una labor en la que el Tata Martino hubiera cumplido de sobra si ese hubiera sido su cometido. Pero no, la misión que debe afrontar el Barça ahora es construir una nueva obra sobre unos cimientos que siguen siendo firmes. "Solo" necesita un artista que sepa utilizar los pinceles y las brochas de manera adecuada. Aunque quién sabe, siendo el fútbol tan cíclico como el arte. Quizá el Renacimiento haya acabado su época gloriosa. Y sea la hora del Barroco. 

Aitor Soler

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