miércoles, 23 de julio de 2014

Pésimo fichaje, gran refuerzo

Tras varias semanas de supuestas negociaciones, Mathieu es al fin jugador del Barça. Luis Enrique ya tiene uno de los centrales que pidió. El francés llega al Camp Nou con la pesada losa de haber costado 20 millones €, valor que la afición le exigirá que demuestre en el campo. Su desorbitado precio ha levantado serias dudas entre la afición culé. Un escepticismo que se está convirtiendo en críticas dirigidas hacia la dirección deportiva, pero también hacia el nuevo defensa azulgrana.

La pésima gestión de Zubizarreta es sonrojante. El exguardameta no ha sabido rebajar ni un céntimo de las altas pretensiones del Valencia. Tras ser incapaz de encontrar un central de garantías en sus cuatro años como máximo responsable de la parcela deportiva, ha fichado tarde y mal a Mathieu. Un refuerzo que llega con un año de demora, y con unos cuantos millones que se podrían haber ahorrado. Pero pese a que económicamente es poco menos que una estafa, futbolísticamente es un fichaje más que necesario.

Mathieu llega al Barcelona tras ser el mejor central del Valencia en las últimas dos temporadas. El galo ha sido el baluarte de la zaga che desde que Ernesto Valverde optara por situarlo en el corazón de la defensa. lugar en el que ha mostrado sus virtudes como central y donde también ha tapado los defectos de Ricardo Costa, Rami o Senderos. El bajo nivel de sus compañeros en la débil muralla valencianista fue una adversidad que el francés superó con creces, valor inestimable para una defensa comandada por Piqué, que sigue añorando a esa pareja que sepa corregir sus errores como hacían Abidal o Puyol.

Pero Mathieu no solo llega avalado por su experiencia en la Liga y por su buena labor como central corrector. Su velocidad, altura y buena técnica para sacar el balón jugado desde atrás son virtudes que le avalan como un refuerzo más que necesario para el equipo de Luis Enrique. Su edad (cumplirá 31 años en octubre) es el único aspecto negativo que puede levantar su contratación a nivel deportivo. Un argumento al que se recurre de forma masiva pero que no ofrece datos contundentes. 

Porque juventud no siempre es sinónimo de futuro, Cáceres o Chygrynskiy dan buen ejemplo de ello, y porque los 30 no siempre son una barrera, sino un trampolín. La mejor versión de Abidal llegó a los 31 años, tras varias temporadas siendo un lateral que aportaba poco en ataque y que no era del todo fiable en defensa, pero al igual que su compatriota, encontró su jubilación dorada en el centro de la defensa. La marcha de Abidal provocó una hemorragia en el corazón de la zaga culé que la ineptitud de Zubizarreta no ha podido taponar, una herida que Mathieu está dispuesto a sanar de manera definitiva.

Aitor Soler 

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