En no sé qué anuncio de la tele sale una frase del psicólogo Sigmund Freud que se las trae. Y se las trae por varias razones. Dice así: "Una buena persona es toda aquella capaz de amar y trabajar". Parece simple, por fácil de entender y de poner en práctica, aunque precisamente en esta habría que verlo, pues vagos y rebotaos habemos hasta bajo las piedras. No voy a entrar a analizarla; esto no es ningún ensayo filosófico acerca de las buenas y las malas personas. Esto es, simplemente, un artículo de opinión deportiva, y con el concepto que permite aquel adjetivo pienso engarzarla.
Resalto la palabra "amar", que viene a ser el acto de desear, y como el deseo surge siempre hacia algo atractivo, vamos a entender, como cabezas simples, que lo atractivo siempre será lo bello, aunque esto sea también discutible. Pero lo bello parece cosa alejada del deporte, nada que ver con él. Y realmente esto no es porque pensemos que en el fútbol, el baloncesto o el tenis no haya belleza. No, no es cosa de pensarlo, sino de no pensarlo, pero no ya que no la haya, sino simplemente la duda acerca de si la hay o no, que ni esta nos asalta. Y haberla haila, no la duda, pues es indudable, sino la belleza, que es casi inherente a cualquier cosa en el Universo, y, por tanto, no iba a ser menos el deporte. Y quiero cambiar algo: las cosas atractivas no necesariamente serán bellas, pero las bellas si serán atractivas.
Seamos francos: el fútbol atrae. No con estas lo llamo bello, pero que me nieguen que atrae. Por esto o por lo otro, la gente va a él, la gente se identifica con él y en él vive, pues por aquello o por lo de más para allá la vida de fuera siempre es agridulce y a todos nos gusta un poco de descarga emocional purificadora. Pero, además de atraer por los motivos no nombrados, joder, es que es bello. Miremos la suavidad de Iniesta, la elegancia de Zidane, la armonía en el golpeo de Beckham... Quién diga que es feo, que vaya al oculista o al psicólogo. Así de claro, sea la pija de la clase de al lado o mi padre. Que también tiene tela, mi padre. Coge y me dice el otro día que "a ver qué se le había perdido a él en el Rico Pérez estando allí el Barça". ¡Joder! nada más insultante para el deporte que tanto dice amar que el menosprecio de su mejor rasgo: el FC Barcelona. No me canso de alabarlo, de adularlo, de saborearlo. Es una cosa tan difícil cómo lo hacen, que el tópico de "mira, como en la play" ha pasado a ser a la inversa: "mira, como el Barça". Es de perogrullo: si una persona es amante, amará lo bello, y si el Barça crea belleza, amará al Barça, aunque sea sólo durante noventa minutos. Por eso no comprendo a la gente como mi padre. Por eso, aunque lleve en el corazón al Hércules por ser de mi tierra y de mi familia y me duela con cada gol encajado, tengo mi entrada para el partido del sábado. Porque quiero tomar un nuevo sorbo de ese vino que se acaba. Quiero ser un privilegiado.
Toni Gázquez
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Pues si, la verdad es que vale la pena pagar lo que sea por ver al Barça jugar al fútbol... y luego si gana el Hércules ni te digo jajaja ;)
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